Children from Sunderland’s School for the Blind with a selection of war souvenirs

Tiempo de ser radicales

No sé si a todos nos pase y si pase en todas partes, pero tratar de dialogar sobre política y filosofía hoy de pronto deja una sensación de vacío inabarcable. Como si en el medio hubiera una zanja llena de puro pragmatismo sobre el que, bien se sabe, es imposible caminar.

De pronto parecería como si en la mente de muchos no hubiera ocurrido el siglo XX, con sus excesos dialécticos y sus deconstrucciones y su posmodernismo y su escuela de Frankfurt y su post anarquismo, su post verdad y su post qué chingados y sus incontables totalitarismos, o como si todos los esfuerzos de la semiótica y todas las otras divergencias del pensamiento fueran simplemente ocurrencias de las que ser partidario irreductible como, digamos, lo es uno de su equipo de fútbol favorito. Se requiere cita al pie, por supuesto, para hacer notar que sí has leído y que sabes repetir con propiedad

Es decir, como si la función última del pensamiento fuera tomar partido, cuando en realidad su función es alentar la complejidad, problematizar, hilar posibilidades que nos eviten soluciones tan fáciles como, por ejemplo, tomar partido. Cuando su función es ser la génesis de la acción; la acción que es la punta más afilada, transformadora y vital del pensamiento.

Tal vez sea la prueba irrefutable de que estamos en el momento de las democracias convertidas nuevamente en un totalitarismo cerrado, donde lo que importa es humillar a quien discrepe, repartir culpas, criminalizar la diferencia y, por supuesto, solazarse en la manía masturbatoria de siempre tener la razón. Esa autosuficiencia de los brutos, que no cambia nada. Esa autocomplacencia de los que se autoproclaman «buenos» para luego meterte una bala en la cabeza llena de las mejores y más puras intenciones.

Samir vive, por cierto.

Tanta oscuridad en un mundo repleto de brillantes pantallas led. Tanto oscurantismo en un mundo que llegó al futuro y que tiene respuestas para todo. Tanto poder en un mundo lleno de oprimidos. Tanto imbécil viviendo de lo que roba y dando discursos, gominolas o caridad a cambio.

Tantos dictadores requiriendo nuestra toma-de-partido.

¿No nos da un no sé qué de vergüenza saber que ya habíamos pasado por todo esto?

¿A dónde iba esto?

Claro: a que es tiempo de ser radicales, si se sabe cómo. A la mierda con sus falsas dicotomías: ellos son siempre tu enemigo. Ir a la raíz. Tejer fino, decíamos hace unos días la belleza y yo; abrazar de nueva cuenta todas las formas profundas del amor. El amor siempre estalla e ilumina, hoguera llena de puro pensamiento humano, acción. Que arda fuerte, que brille en la noche que nos envuelve.

¿Qué mejor lugar que aquí, qué mejor momento que ahora?

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